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 Ocio creativo (del Club de la Comedia)
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Me llamo Verónica y soy ociópata. ¿Saben lo que es, no? Una adicta al ocio, pero al ocio creativo, que es lo que se lleva ahora. Ocio creativo es hacer algo en tu tiempo libre que no sea descansar y que, por supuesto, te cueste una pasta.. Porque si es gratis no es creativo.

Un día una compañera me preguntó:
- ¿No me notas nada especial?
- Mujer, pues como no sea que tienes el culo más gordo…
- Pues a lo mejor, pero es de satisfacción: acabo de terminar un cursillo de autoestima y, chica, me gusto más…
Y yo me dije: “¡Pues si con la autoestima no te importa tener el culo gordo, yo me apunto…!”
Y allá me fui.

En los cursillos de autoestima se aprende sobre todo una cosa: que la morcilla es para los demás. O sea, ¡que a los demás les den morcilla! Tú entras allí y te dicen:
- Tienes que quererte, tú eres lo más importante del universo. Si sólo queda un pastel en la bandeja y te lo comes tú, eso no es ser egoísta… eso es quererse… Y si alguien se queda sin pastel… que le den morcilla.
Y luego te dicen:
- No tienes por qué hacer nada que no quieras hacer, aprende a decir ¡No!
Y te tienen media hora diciendo: “¡No…! ¡No…!” ¡Más fuerte! “¡NO…! ¡NO…!” La verdad es que empecé a sentirme mejor, y cuando el profesor dijo:
- Y ahora haremos una relajación…
Le dije:
-¡¡NO!! ¡Yo ahora no quiero relajarme, yo lo que quiero es un pastel!
Y, claro, a fuerza de pasteles se me puso el culo como una rotonda.
Y llegué a la siguiente conclusión: cuando tienes más culo que autoestima… tienes que ir a aeróbic. Al hacer la matrícula me dijeron:
- El aeróbic son cinco mil, pero aeróbic más tai chi son siete mil y te regalamos la crema reductora Celulix…
Y, chica, me convenció.

Cuando llegas a aeróbic te das cuenta de que todos se saben el baile menos tú. De repente la música empieza: “¡Sex bomb, sex bomb…!” y tú quieres seguir los movimientos de los demás, pero vas descuadrada… Cuando todos van por el tercer “sex” tú vas todavía por el primer “bomb”. Cuando todos van a la derecha, tú vas a la izquierda. Cuando ellos levantan el brazo, tú levantas la pierna… Yo le di un puntapié a un señor que no conocía de nada… Pero no me importó: ¡tenía autoestima! “¡Que se aparte él, yo soy el centro del universo! ¡Que le den morcilla!”



Al salir de clase me pregunté: “¿Dar saltos vestida de mamarracho al ritmo de Tom Jones es ocio creativo? Bueno, menos mal que me queda el tai chi…”
¡Ah, el tai chi…! ¡Qué bien me suena eso del tai chi… tan milenario y tan oriental…! En la primera clase el profesor de tai chi, que por cierto se llamaba Ramón y era de Teruel, que no pega nada, nos dijo:
- Lo más importante en el tai chi es el equilibrio.
Y te enseña a cargar una bola imaginaria… ¡¡¡Sin que se te caiga!!! ¡Que digo yo que lo difícil sería que se te cayese!

Pero, en fin: así te tiras tres semanas. Llevando la bola por todo el aula… ¡Joder con el ocio creativo! Oye, que llegó un momento en que me obsesioné, iba por toda la casa con la bola. Cuando quería coger algo, tenía que ponerme la bola entre las piernas… Hasta que me harté y le dije al profesor:
- Tenga usted la bola que yo no puedo más… ¡Y que conste que no se me ha caído ni una sola vez…!
Cuando salí de allí, me dije: “Ya tengo autoestima y equilibrio. ¿Qué me falta? ¡Relajación!” Y me apunté a yoga.

Me habían dicho que con el yoga iba a dejar salir mi yo profundo. Antes de ir a clase yo pensaba que la definición de yoga era “Ponte en esta postura e intenta que no se te rompa la cadera” Pero no, me relajé completamente. Me relajé tanto, tanto… que me quedé dormida, y que me puse a roncar. Y a mí me van a perdonar, pero me niego a pensar que ése es mi yo profundo.

Porque, además, por muy yoga que sea, ¿es de buena educación hacer exhibición del yo profundo en público…? Para aclarar esta duda me apunté a un cursillo de protocolo y buenas maneras impartido por Nati Abascal.

El primer día tratamos la mantilla española. La mantilla, abrigar no abriga; favorecer, tampoco; pero, en cambio, es muy incómoda. Eso sí, la mantilla no es nada sin la peineta, que es una especie de antena parabólica, pero que no coge el Plus… Ahora, tiene unas prestaciones…

Tú te compras una mantilla y una peineta y ya te vale para todas las veces que tengas que ir a ver al Rey o al Papa. Claro que Nati nos dijo que para ir a ver al Papa con peineta – el Papa con peineta no, la peineta la llevamos nosotras – hay que aprender a hacer bien la reverencia, así es que también me apunté a un curso de reverencia. En total me habré gastado unas cuatrocientas mil pesetas en ocio creativo, pero a cambio, ¡miren qué reverencia! ¡qué equilibrio! ¡qué autoestima…! ¡Que les den morcilla!



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